"Cuando Rommel capturó nuestro convoy de alimentos del segundo cuerpo expedicionario británico en Libia, pensó que se había encontrado con nuestras letrinas móviles y sin embargo no fue así. Las letrinas móviles huelen mejor" Winston Churchill.
No voy a añadir ni una coma a ese juicio sobre la gastronomía británica perpetrado por el que quizá ha sido el premier britanico y hombre de estado mas determinante del siglo XX. Quizá pudiera añadir un poco de experiencia personal sobre mis intentos por comer con dignidad en el Londres de los 80, algo parecido a relatar las impresiones de un nadador olímpico en el desierto del Sahara. No lo haré. Yo a lo mío.
Hoy voy a intentar explicaros como hacer a mi manera un plato típico ingles, el Roast Beef, para mi la excepción sobre el juicio general sobre la gastronomía británica.El método está recogido de mis progenitores, unos anglófilos en tiempos difíciles. En primer lugar para hacer esta receta olvidaros de la versión que da la wikipedia sobre este plato. Utilizan el horno. No sirve y veréis porqué.
Se trata de que compréis una pieza de ternera denominada "colita de cuadril", "pez de ternera" o "peixet" en las tierras del centro y el norte de la costa mediterránea. Es un pieza barata. Si vais a la carnicería y, con cara de ilusos, pedís "carne para roast beef" , os van a dar otras partes de la ternera mucho mas caras, con buen resultado también para las papilas gustativas y el estomago, pero lesivo para las finanzas. A veces hay que encargarla porque cada ternera solo tiene dos piezas de éste tipo y es probable no encontrarlas el mismo día.
Ya tenemos la pieza de carne en casa. La ponéis en un recipiente y lo sumergís en vino blanco seco. Un Rueda, por ejemplo, os sale a muy buen precio. Y para terminar, le añadís medio limón. Todo juntito lo dejáis dormir toda la noche, tiempo que dedicáis a dormir si os viene bien o sino a otros quehaceres atrasados, tanto si se practican en posición horizontal como en vertical. El caso es que dejéis tranquilita la pieza de carne de ocho o diez horas.
Una vez la ternera ebria, a la mañana siguiente, la escurrís y reserváis la maceración. En una cazuela ponéis un dedo de aceite de oliva con un poco de mantequilla y cuando esté muy muy caliente le ponéis la carne, que quede bien tostada por todos lados, seca. Hay que tener un horno muy bueno para obtener ese tipo de cocción, muy tostado por fuera y roja por dentro. Por eso os propongo la humilde cazuela. Ni hablar de poner sal, abriría la carne, provocaría la salida de los jugos internos y que luego ayudan a humedecer la costra. Sacáis el trozo de carne de la cazuela y lo dejáis descansar durante un buen rato. Tranquilos que la carne se sirve tibia o fría.
Luego, en la cazuela con el aceite de haber freído la carne, le ponéis todo el vino de la maceración, sin el limón, y un poco de sal. El limón ya debería estar reposando en uno de los 200 recipientes que las autoridades nos han obligado a tener en casa para ser ecológicos, sostenibles, correctos y correctas.
Y ataco con un ingrediente clásico de ésta pagina; la paciencia. Poned el fuego bajito y a esperar que reduzca hasta que el aceite chisporrotee. Os puedo hablar, tranquilamente, de un par de horas. Al final, lanzáis sobre el jugo un par de cucharadas de café de miel, lo mezcláis bien y apagáis el fuego.
Volvemos a la carne. Una vez templada o fría la cortáis en filetes muy finos. Lo servís sobre una fuente, con la salsa en un cuenco.
A parte, podéis hacer unas verduras al vapor o un puré de patatas. Y ya tenéis un plato relativamente económico, ideal para encuentros numerosos. Atención que este plato fue digno de que en siglo XVIII le dedicaran una canción patriotera. Como siempre en éstos casos, es mejor la pitanza que la charanga patriotera.
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